“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas
viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de
Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo…” 2ª
Corintios 5:17-18b
Hemos considerado, el concepto de ser cristiano, cómo ser cristiano y
ahora veremos brevemente los resultados de llegar a ser cristiano. “nueva
criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”.
Existe una palabra en la
Biblia relacionada con este punto que veremos, y es la palabra
“Regeneración”, que significa “engendrado de nuevo”. Por eso la afirmación
bíblica “nueva criatura es”. Para comprender mejor leamos estos pasajes
que hablan acerca de la regeneración y sus sinónimos: “Respondió Jesús y le dijo: De
cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver
el reino de Dios.” Juan 3:3, “nos
salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su
misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación
en el Espíritu Santo” Tito 3:5, “siendo
renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la
palabra de Dios que vive y permanece para siempre.” 1ª Pedro 1:23, “Porque somos sepultados juntamente con él
para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos
por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.”
Romanos 6:4
Este es el resultado de ESTAR en Cristo, tener NUEVA VIDA. Eso da el
cristianismo verdadero. La religión solo da un maquillaje a la persona. Para
ilustrar esto pensemos en un chanchito o puerquito que le encanta el lodo.
Nosotros podemos bañarlo, perfumarlo, ponerle una cinta de color rojo y algún
sombrerito, pero apenas ve el lodo se va de cabeza, ¿Por qué? Porque esa es su
naturaleza. Eso hace la religión, envuelve a la persona en una apariencia
temporal de piedad y bondad, pero manteniendo la misma naturaleza que lo lleva
a amar y desear el pecado.
Cristo cambia el corazón, transforma la vida de aquel que lo recibe
como su salvador. Y el creyente vive una nueva vida. Los pecados que antes
amaba ahora ya no los desea. Lo que antes despreciaba de Dios, ahora lo ama, lo
desea, lo busca. Existe una lucha interior entre los deseos de la carne y los
deseos del Espíritu Santo, porque este viene a morar en el creyente al recibir
a Cristo: “En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el
evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con
el Espíritu Santo de la promesa.” Efesios 1:13.
No entendamos mal. La vida de aquel que recibió a Cristo como salvador
no es perfecta. No estoy hablando que esa persona deja de pecar absolutamente.
Lo que ocurre es que el cristiano es conciente del pecado y sabe que cuando
peca ofende a Dios, no así el religioso o inconverso.
Es importante destacar también que el cristianismo no consiste en una
serie de reglas y preceptos donde el creyente vive bajo sometimiento. Eso también
es religión. Tenemos la
Palabra de Dios que es nuestra guía infalible para vivir la
vida cristiana. Ciertamente en ella hay reglas, normas, preceptos, pero no son
impuestas sobre el creyente como una carga sino que son dadas porque este tiene
la capacidad para obedecerlas. Dios nos ha capacitado para obedecerle: “Como
todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas
por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su
gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y
grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la
naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a
causa de la concupiscencia” 2ª Pedro 1:3-4
Dios nos ha dado el privilegio de ser participes de su naturaleza, nos
hizo santos en el sentido espiritual, debemos vivir como lo que somos con la
capacidad que nos ha dado para obedecerle. Aquel que no conoce a Cristo no
puede obedecerle porque su naturaleza pecaminosa le impide. Al creyente, su
nueva naturaleza le permite obedecer, vive en libertad. Por eso 1ª Juan 5:3 “Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus
mandamientos no son gravosos.” Es decir, no son una carga pesada de
llevar.
Juan Pablo Amaral